jueves, 2 de septiembre de 2010

Roberta Maceda - Gayosso



Cualquier velatorio, es completamente impersonal. Visto desde afuera, todos los funerales consisten de lo mismo. Sillones acogedores, poca luz, silencio, murmullos, gente vestida de negro con caras largas. Mas de miles de personas han pasado por ahí a llorar o partir. Te venden paquetes, que van casi siempre de la mano con el costo de los servicios que estos implican; el féretro, los alimentos, el espacio y las acomodaciones, hay 5 tipos de arreglos diferentes con ciertas variaciones de tamaño. Es un negocio perfectamente bien estructurado. Es tan obvia la confusión dentro de la impersonalidad de estos no-lugares que tienen que ponerle los nombres a las salas por fuera porque cualquier persona puede estar siendo velada ahí. Es un lugar transitorio tanto social como físico e espiritual, ya que todo lo que llega ahí llega para irse y despedirse. Todo esto esta presente en la foto, no se pueden distinguir caras, todo se ve negro por la ropa y la falta de luz, y todas las flores al fondo son blancas. La foto la tomé con mi celular con discreción absoluta, porque esos son momentos que se respetan y por eso mismo este no-lugar pasó a ser un lugar. Y esa transición este espacio la vive diario muchas veces al día.


Sin embargo, estos no-lugares dejan de serlo, porque a nadie realmente le importa si el féretro es caoba, o dan canapés en vez de galletas Swandy. La gente llega ahí para acompañarse y para despedirse. Hay abrazos, muestras de cariño, llanto y demás. Es tan privado como pocos eventos en la vida. La discreción, es la forma de respetar ese lugar como la intimidad del lugar mismo. Se convierte en un espacio sumamente personal, tanto del que parte como de los que se quedan ahí. Tuve la desfortuna de tener que asistir a uno de ellos, de una persona queridísma mía y de mi familia. La plática en general (como siempre es en un funeral), gira alrededor del personaje, una que otra anécdota y muchos abrazos compasivos. No había ningún otro lugar para esa persona que falleció, porque ese es su último lugar en todos los sentidos. Todos estaban ahí; los amigos de primaria, los del trabajo, su familia, los amigos de su familia, la familia de su familia. Toda la gente que compartió “lugares” con el, convirtió de un espacio tan carente de estilo y personalidad, en un evento que hablaba todo y más sobre Germán, y no existe nada más íntimo que eso.

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